Un alto en el camino para agradecer a un ser maravilloso, al único que te ama en realidad.
Anoche iba en mi bicicleta de regreso a casa y vi a una mujer de avanzada edad tratando de cruzar una calle. Su aspecto era frágil, su espalda severamente encorvada y a duras penas podía levantar la mirada del piso; un bastón metálico le ayudaba a permanecer medianamente erguida para poder desplazarse con lentitud entre la gente que ni se inmutaba de su presencia. No lo soporté, aseguré mi bicicleta a un poste y le ayudé a cruzar. -¿Porqué anda solita?- le pregunté.
-Señor, vine al médico porque me duele mucho la espalda y mis hijos y mis nietos no tienen tiempo para acompañarme, están en sus cosas, en sus casas- Decía con voz entrecortada. Se aferró a mi mano y una vez del otro lado de la calle, se negaba a soltarla y no paraba de agradecer.
Me critican por vivir con mi madre a mis 37 años, me critican por no haber optado por la independencia, otros más osados y osadas se han atrevido a sugerir que mi madre debe estar en un asilo, pero aquello que me ha mantenido firme en mis convicciones se llama amor de hijo, uno que me gustaría contagiarle a los hijos de esta señora que ayudé a cruzar la calle ayer. Hoy, encuentro este artículo y lo comparto con todos, para que se enteren que personas hay muchas, todas llegan y se van, pero madre... solamente una, ¡Disfrútenlo! : HAZ CLICK AQUÍ PARA LEER EL ARTÍCULO
PD. Podemos ser lo que seamos o quienes seamos, buenos, malos, grandes, chicos, gordos, flacos, ricos, pobres, como sea... pero este ser especial siempre nos verá como sus hijos.
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