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SER CONTADOR, ¿TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR?

Historia de un cambio generacional.

Ya no me pasa tanto como al principio, pero me pasa.

La lozanía de la piel va siendo algo del pasado, algunos ya a mis 40 me miran con cierto nivel de respeto, pero para otros colegas como Genaro Manrique, quien ha sido contador general de una fábrica de zapatos durante 30 años, aún huelo a "talquitos".


Genaro recuerda cuando debía llenar los libros a mano, cuando la sumadora era su aliada tecnológica, cuando cada quince días enviaba a alguno de sus colaboradores a cobrar el cheque de la nómina y después a cambiar billetes por sencillo para colocarlos dentro de cada uno de los sobres que luego irían a parar a los bolsillos de los empleados de la fábrica; y ni qué decir del gran departamento de contabilidad de casi 12 personas, en el que hoy se ven escritorios y sillas vacías, viejas impresoras de matriz de punto en los rincones cubiertas con plásticos y solamente una auxiliar contable apoyando labores de digitación.


Karla es la auxiliar contable de Genaro y narra que a diario debe escuchar frases como: "A ustedes hoy en día les toca más fácil que a nosotros", "Antes nos tocaba todo a mano, ahora los computadores les hacen casi todo", "Yo no sé cuál es la quejadera de todos ustedes si ahora casi todo lo encuentran hecho". Envalentonado por el testimonio de Karla, aproveché mi visita como auditor externo del sistema de costeo y decidí llevarle un café cargado de azúcar a Genaro hasta su escritorio, -"Porque eso sin azúcar es para los flojos"- suele decir igualmente el señor.


No es un hombre muy hábil con las herramientas tecnológicas, hace aún algunas operaciones aritméticas a mano en un cuaderno que sitúa al lado derecho del teclado y atinó a decirme que en su tiempo no se le tenía tanto miedo a las entidades de control como hoy en día, que literalmente los contadores estábamos "Llorando mucho" sin aparente explicación, quizá porque la tecnología ha ido atrayendo a la pereza.


Fue enriquecedora la charla, el colega incluso se retiró los lentes (Para escuchar mejor, según él) cuando le dije que si bien la tecnología estaba hoy en día de nuestro lado agilizando nuestras tareas, también simplificaba las de las entidades de control, porque la fiscalización ahora es más precisa y sencilla de realizar, haciendo que la labor del contador pasara de lo tolerablemente falible a lo infalible porque los errores son más fáciles de detectar hoy que 20 o 30 años atrás y las multas están casi que a la orden del día.


Jamás entenderé la razón por la cual Genaro se retiró las gafas para escuchar mejor, así como tampoco el sinnúmero de chistes que solían hacerse respecto de las partidas contables de "Varios" u "Otros", quizá porque eran la guarida perfecta para esos errores que pasaron de ser silenciosos y poco detectables a fuertes alaridos hoy en día.


De la taza de café no quedaba más que el "cuncho", pero traté de aprovechar con sutiles "sorbidos" el dulce que aún reposaba en el fondo; lo hice porque resultaba fascinante escuchar lo que se vivió con la llegada del computador en reemplazo de las máquinas de escribir y con la adquisición del primer software contable, cuyas copias de seguridad se guardaban con sumo recelo en la caja fuerte. Quizá lo más triste para entonces ocurrió cuando el fantasma de los despidos de personal con ocasión de la llegada de los computadores y los software contables, se hizo realidad.


Debo decir que me gusta la auto desconfianza que Genaro le imprime a su trabajo, la reserva que maneja respecto de la tecnología y las largas horas que dedica a cruzar, revisar y validar una y otra vez lo que hacen tanto Karla como él; y si bien la fábrica próximamente será adquirida por una empresa más robusta y resulta incierto lo que ocurrirá a futuro, esas paredes parecieran relatar lo que fue una gran transición generacional tanto en lo humano como en lo tecnológico y en el pensamiento... ¿Cuántas sonrisas? ¿Cuántos regaños? ¿Cuántas noches en vela? ¿Cuántos romances entre colegas?... La memoria del tiempo vivido es definitivamente, nuestro gran tesoro para contar.







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